9.17.2010

Capítulo 22

Agustín pensó millones de cosas al mismo tiempo. Su cabeza daba vueltas una y otra vez pensando si todo era cierto, hasta que se dijo a él mismo que sí, que ya era sábado.

Por fin cumpliría su sueño de conocer a los jugadores de Boca, de vestir esa camiseta y de sentirse un jugador profesional con los beneficios que eso conlleva.

Después de saludarse con su familia y de reaccionar por la sorpresa que Ana le había dado, Agustín pudo tranquilizarse un poco y sentarse a tomar unos mates con su familia y con Ana.

Para la sorpresa, Ana había llamado antes a la casa de Agustín y con el permiso de María, Ana pudo sorprenderlo llevándole ella misma la ropa para que se probase.

El día había empezado más temprano de lo esperado para Agustín, cosa que le hacía pensar que el momento de ir al hotel se hacía lejano.

La mañana arrancó con mates y facturas que Ana había llevado. María y Ana se habían puesto a charlar del trabajo de Ana en el Club y los hermanos de Agustín miraban la televisión, mientras tanto, Agustín se había quedado pensando otra vez si todo era cierto. Seguía confundido con el día hasta que de nuevo tuvo que preguntar si era sábado.

Para romper con sus nervios, María le propuso a Agustín probarse la ropa de entrenamiento mientras ella se ponía a preparar el almuerzo.

Agustín dijo que si y se fue para su cuarto con Ana para probarse toda la ropa que le había traído.

Primero Agustín se probó la ropa con la que tendría que ir a concentrar que constaba de la remera de entrenamiento, el pantalón, el buzo y la campera, para después probarse el conjunto para el día del partido. Ana también le había conseguido dos pares de botines de talles distintos que le pidió amablemente al utilero de las inferiores.

Ya estaba el bolso armado y listo para que Agustín se fuera para la concentración. La hora del almuerzo había llegado y solo lo separaban de su sueño cuatro horas.

A las cinco de la tarde Agustín tendría que estar en el hotel para concentrar con el plantel profesional.

Por fin, y después de una larga sobre mesa donde se habló de todo menos del sueño por pedido de Agustín, las cuatro de la tarde había llegado. Era el momento en que un remís puesto por Boca tenía que llegar y así el sueño se empezaría a hacer realidad.

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