9.17.2010

Capítulo 23

El remís llegó puntual. Agustín ya tenía preparado todo para el fin de semana y el momento de la despedida había llegado.


Como Agustín se lo esperaba, María se despidió entre lágrimas de emoción y de tristeza, y después de saludarse con sus hermanos prometiéndose verse después del partido en la cancha para volver todos juntos, Ana y Agustín se fueron para el hotel de Boca.

El momento tan esperado había llegado y los nervios se le notaban a Agustín como nunca.

Durante el viaje, Ana se le puso a hablar a Agustín de cualquier cosa para tratar de calmarlo pero fue en vano. Entonces, ella trató de tranquilizarlo diciéndole que todo iba a andar bien y que tratara de estar tranquilo para poder disfrutar de todo lo que le pasaría.

A las cinco menos cuarto el remís había llegado al hotel. Ana le propuso a Agustín quedarse esperando en el auto, pero él prefería entrar de una vez así no seguía pensando y pensando.

Antes de despedirse, Ana le entregó a Agustín unos papeles para que pudiera alojarse en el hotel. Ella ya no tendría que hacer nada por él, ya que los dirigentes que acompañan al plantel sabían de la presencia de Agustín por el concurso que ellos mismos hicieron.

La despedida fue corta debido a los nervios de Agustín y ambos arreglaron para verse después del partido antes de que los dos se vayan para su casa.

Agustín se bajó del auto y los pocos metros que lo separaban de la majestuosa puerta del hotel se hicieron interminables.

Una vez adentro, vestido con el equipo de Boca por disposición del Club, Agustín se anunció en el mostrador enorme del hotel. Un señor vestido de traje le firmó los papeles que tenía y le dijo que esperase en el hall de entrada mientras llegaban los jugadores y los dirigentes.

La espera se hacía interminable y Agustín estaba más tenso que nunca. Para tratar de calmarse Agustín trató de adivinar los idiomas de un par de grupos de turistas que se alojaban en el hotel.

De pronto, Agustín vio llegar un micro que se estacionó en la entrada del hotel y sus nervios crecieron aún más al pensar que quizá eran los jugadores que llegaban de entrenar.

Sus presentimientos eran ciertos. La puerta del micro ya estaba abierta y nadie se asomaba ni para bajar. De repente, tres dirigentes bajaron. Tras ellos, y para la emoción de Agustín empezaron a bajar los jugadores. Primero bajo el nada menos que Battaglia, para que después lo sigan Chávez, Cellay, Erbes y todos los demás. Por último, bajaron Palermo y Riquelme y ese fue el momento donde Agustín se despertó por completo de su sueño y se propuso disfrutar del mismo.

Por fin había caído en la cuenta de lo que estaba viviendo, y como por arte de magia, sus nervios se habían ido y las ganas de disfrutar habían aparecido por completo.

Los jugadores pasaron uno tras otro por al lado de Agustín hacia sus habitaciones. Unos escuchando música, otros charlando entre si y la mayoría hablando por celular. Ninguno hizo hincapié en él, que seguía sentado mirando como los jugadores pasaban.

De pronto, José Beraldi, uno de los dirigentes de Boca se le acercó y le pregunto si él era Agustín, y después de un ratito de charla preguntándole como se sentía, José le indico cual era su cuarto y con quien lo compartiría.

Después pasó a explicarle que él haría todas las actividades que hacen los jugadores mientras concentran. Podía bajar al hall interno del hotel cuando quería para tomar mate o jugar a las cartas, podía ir a otra habitación para jugar a la play o quedarse en su cuarto haciendo lo que quisiese para después bajar en el horario indicado para la cena. También le dijo que cuando terminaba la cena, todos tenían una hora de recreación antes de irse a dormir.

Después le explicó como seria el día domingo. A las doce del medio día todos tenían que estar en el comedor para almorzar para después estar listos a la una y media para irse para la cancha.

Por último, José le dijo el número de habitación donde dormiría Agustín, quién compartiría el cuarto con la joven promesa del club, Ignacio Calvo.

El sueño ya había empezado y con este, la vida de Agustín que sin saberlo, cambiaría para siempre.

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