9.23.2010

Capítulo 26

El momento de la cena había llegado y con este la sorpresa de que el menú había cambiado. El cocinero de siempre, Lucas, estaba enfermo y en cambio otro lo había sucedido en el puesto y que al parecer no estaba enterado del clásico menú de los sábados de concentración.

Con el permiso de Bianchi, todos comieron las pastas que el cocinero había preparado, sin saber que éste era un infiltrado de River.

Hernán, como se llamaba, era el chef de River Plate y que mandado por el Club, se había infiltrado como cocinero reemplazando a Lucas.

Él había llamado al hotel diciendo que el cocinero que reemplazaría a Lucas estaba enfermo y que él lo sucedería. Para esto, tuvo que hacer que el cocinero suplente acepte la oferta de diez mil pesos que River le pagaría para que este diga que no podía ir a trabajar por enfermedad.

Por supuesto, nadie en Boca estaba al tanto de lo que estaba sucediendo y todos comieron la cena como siempre con la única diferencia en el menú. Pero lo que nadie sabía, era que Hernán estaba mandado por River para intoxicar a los jugadores de Boca poniéndoles en la comida unas gotas que producen un fuerte dolor de estómago por unos días.

La cena terminó normal y todos los jugadores se fueron para sus cuartos a descansar para estar bien para el partido del domingo.

La hora de dormir había llegado y todo el mundo dormía en sus habitaciones, pero de repente, en el cuarto del doctor del Club se escuchó que alguien golpeaba la puerta. Era Pablo Mouche que llamaba al doctor para que atienda a su compañero de cuarto Viatri por un fuerte dolor estomacal.

También, a eso de las tres de la mañana, Nacho se despertó por un dolor punzante en el estómago.

La estrategia del rival había surtido el efecto esperado. Diez jugadores estaban descompuestos y con fuertes dolores.

Toda la concentración estaba despierta y la preocupación desbordaba. Todos se preguntaban qué era lo que pasaba hasta que el doctor supo diagnosticar que los habían envenenado en la comida.

Rápidamente, Bianchi pidió una reunión con su cuerpo técnico para ver qué pasos seguían, y al preguntarle al doctor si se recuperarían para el partido, éste le respondió que era algo casi imposible, ya que el dolor era muy fuerte y tardarían unos días los medicamentos en hacer efecto, pero como a algunos jugadores no les había hecho efecto, podía que otros se mejoraran un poco.

Durante la reunión, Bianchi se quedó pensando y pensando que hacer para solucionar el inconveniente y rápidamente llamó al técnico de la reserva para que despierte a los jugadores que no concentraban para tenerlos listos para el domingo, sin darse cuenta que la reserva jugaba en Mendoza un partido demorado de la tercer fecha y que todos se encontraban en esa provincia. Nada se podía hacer más que esperar.

Esa noche fue un desastre. El médico no paró de correr de cuarto en cuarto para tratar de calmarles el dolor a los jugadores. Bianchi y su cuerpo técnico intentaban pensar como pararían el equipo por la falta de los jugadores y a los jugadores que no les había hecho efecto el veneno tampoco podían dormir por el desconcierto generado.

Las horas pasaban lentas y tortuosas para todo el mundo. En total, diez jugadores estaban enfermos. Viatri, Erbes, Nacho, García, Calvo, Gaona Lugo, Chávez, Méndez, Araujo y Palermo. Entre ellos estaban Palermo, Viatri y Erbes que iban a ser titulares el domingo.

El desconcierto era total y no había nada más que hacer que esperar a que los jugadores mejoraran para el partido.

El veneno no había hecho efecto en Agustín, que estaba tan confundido por lo ocurrido como todos. Ninguno podía creer que los habían envenenado y todos los caminos pensados conducían a Hernán, que obviamente ya no se encontraba en el hotel.

Como la mayoría de los jugadores, Agustín no pudo dormir en toda la noche. La preocupación era extrema y los gritos de los jugadores más afectados no dejaban dormir. Entre los más graves estaba Nacho, que tampoco pudo parar de retorcerse del dolor en toda la noche. Esperar a que los jugadores mejoren era lo único que se podía hacer. Mañana el partido se tendría que jugar igual, el clásico, estaba a la vuelta de la esquina.

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