8.31.2010

Capítulo 16

Mientras atravesaban el pasillo para tomar el asensor hacia la planta baja e ir para la cancha, a Agustín le pareció ver a lo lejos a una persona conocida. El caminar cansino y la altura de la persona, le recordaban a alguien que lo puso tan tenso que los nervios lo azotaron de repente, al darse cuenta que a quién vio era nada menos que Riquelme.

Román estaba caminando hacia la oficina del presidente y el cruce entre ambos era inevitable.

Ana, al darse cuenta de los nervios de Agustín, le pregunto:

 _ “¿Querés saludarlo, no?”

Agus le respondió que sí con la cabeza, ya que no le pudieron salir las palabras. Estaba por conocer a su gran ídolo junto a Palermo.

Agustín recordó, que en su bolsillo guardaba el poema que le había escrito a Román la noche anterior y pensó que si los nervios lo ayudaban un poco se lo daría.

El momento había llegado. Los tres se encontraban juntos. Román saludo a Ana y antes de que ella le presentara a Agustín, Román lo saludo a Agus. Él no podía creer que su ídolo lo había saludado y recordó con bronca el consejo que no aprovechó de su mamá de llevar la cámara de fotos.

De pronto Agustín se armó de valor y lo saludó a Riquelme, mientras que éste le palmeó el hombro con una sonrisa como gesto de despedida, y justo cuando se estaba yendo Agus le regaló el poema que le había escrito.

_ "¿Esto es para mí, que es?", le preguntó Román a Agustín.

_ “Es un poema que te hice ayer y justo lo tenía en el bolsillo y bueno, te lo quería dar”.

Ana sonrió y dijo sorprendentemente no saber que se encontraba frente a un escritor.

Todos se rieron y así Román se despidió prometiéndole a Agustín que lo leería.

Agus se quedó inmóvil y estuvo así hasta que Ana le preguntó si estaba bien. No podía creer nada de lo que le había pasado. En solo unos pocos días ya había podido cumplir varios de sus sueños, pero lo que no sabía era que todo eso no era más que el comienzo de una gran historia.

8.27.2010

Capítulo 15

El viaje desde su casa a la Bombonera tardó aproximadamente una hora, y durante el transcurso del mismo, la cabeza de Agustín parecía una olla a presión. Todas sus ilusiones y sus sueños estarían por volverse realidad, y más allá de saber que compartiría la concentración con sus ídolos, Agustín tenía todavía el sueño de poder jugar en Boca, ya que con la firma del contrato lo podría hacer. Ese sueño, claro está, era más que imposible, ya que el entrenador, el mismísimo Carlos Bianchi, ni loco lo pondría en la cancha, pero la ilusión para Agustín, aunque bien dentro de su corazón, existía.

El remís ya había llegado y después de pasar ciertos controles, Agustín ya se encontraba dentro de la Bombonera. El hall del tercer piso donde estaban las oficinas era gigante. Las paredes eran blancas y de todas colgaban cuadros con los momentos más recordados de la historia Xeneize. A Agustín le pidieron que esperase en un sillón enorme que estaba entre la oficina de tesorería y la del Presidente del club. Allí, Agus se sentó esperando a que alguien fuera por él.

A los diez minutos Ana apareció y después de saludarse con un beso, ella le pasó a explicar los pasos a seguir para esa tan ansiada mañana.

Primero, Agus tendría que firmar el contrato y después irían para la cancha para hacer las entrevistas, pero lo que no sabía Agustín era que el contrato lo tendría que firmar, nada menos que con el Presidente del Club.

_ “¿Estás listo para la firma del contrato?”, le preguntó Ana entre risas, “entonces vamos que nos espera el tesorero y el Presidente”.

Agustín no lo podía creer, tanto estaba pasando para que el pudiese cumplir su sueño.

Ana golpeó la puerta de la oficina presidencial y ahí mismo el tesorero y el presidente ya los estaban esperando con el contrato listo.

Después de saludarse cordialmente, Agus tomó asiento en una silla que se parecía más a un sillón de lo cómoda que era. El Presidente pasó a explicarle que el contrato duraría un mes, ya que era el mínimo establecido por la A.F.A. y que él esperaba que su paso por el club fuese de lo más agradable.

_ “¿Tenés alguna duda Agustín sobre el contrato?” Le preguntó el Presidente.

_ “No señor, solo dígame dónde tengo que firmar y lo firmo ya”. Le respondió algo nervioso Agustín.

_ “Tenes que firmar acá y acá. Vos quedate tranquilo que Ana se va a ocupar de vos en todo lo que respecta al concurso. Vos sólo tenés que disfrutar de todo lo que te va a pasar, ¡y vamos a ver si nos traes suerte y salimos campeones!”

_ “Gracias señor”, fue lo único que Agustín pudo decirle.

Pasada la firma del contrato, Ana lo invitó a Agustín a retirarse para que el Presidente siga con su trabajo.

Agustín ya era jugador profesional del Club, su sueño de chico, aunque por un mes, ya se había hecho realidad.

8.13.2010

Capítulo 14

Después de haberse ido a lo de su amigo para contarle todo lo que le había pasado, Agustín volvió a su casa para cenar con su familia.

Ya en la mesa todos lo llenaban de preguntas e imaginaban lo que sería poder pisar la cancha de Boca y sentirse un poquito jugador de futbol.
 También en la mesa se habló de las faltas que tendría Agustín en el colegio por tener que ir a la cancha por las entrevistas. María era muy exigente con la escuela y le hizo prometer a Agustín que tendría que recuperar todo lo que se perdería por el tema del concurso.

Ya habiendo terminado de comer, Agustín se fue rápidamente a su cuarto. Nadie en la familia lo sabía, pero Agustín era escritor, y siempre escribía sobre Boca.

Más allá de escribir sobre las cosas buenas y malas que le pasaban, Agus escribía poemas sobre el club de sus amores, y esa noche, imaginándose en la cancha jugando con su ídolo Román, Agustín escribió un poema al que él tituló “La pelota y el 10”:


“La pelota se comportaba de manera insólita. Ninguno podía dominarla.

Parecía que les hacía burla a los jugadores.

Quizá, castigada por los rústicos centrales que la despreciaban, se había ofendido.

Pero ni con el 5 cauteloso y simple ella se dejaba seducir.

En la tribuna, murmullos bajaban.

Los jugadores, al no poder domarla, no percataron que la dureza en el juego no era una solución.

Alguien dijo desde la platea: ¡que pelota sinvergüenza! Y como si ella lo hubiese escuchado, con cada minuto que pasaba se escurría más entre los pies de los jugadores.

Tiros al arco eran desviados mágicamente al lateral y los pelotazos eran pausas eternas en donde la pelota parecía visitar balcones.

Consternados los jugadores frente a los silbidos del público, seguían errando con la solución, al poner eso que algunos llaman huevo.

No percataban que a su rispidez, la pelota se volvía más incontrolable.

Algunos dicen de esa tarde que desde la cancha se escucharon carcajadas socarronas cuando la pelota hacía lo que quería después de un pase o de un remate al arco. Los más sabios dicen que era ella…

Para colmo, a los 40 minutos del segundo tiempo una de las más feroces tormentas cayó sobre la cancha.

El viento parecía el mejor aliado de la pelota, y la lluvia, el mejor amante.

Si antes hacer un pase de sólo un metro, o dos como mucho era imposible, ahora la pelota hacía lo que quería.

Corría el minuto 44, cuando el número diez del equipo local pudo dominar al balón un instante, para que un defensor contrario se deslice sobre el charco de agua cerca de la medialuna del área para derribarlo a él y a la pelota.

La tormenta había despertado a los hinchas y junto a los coros de los truenos de fondo, la cancha parecía rugir.

Si no fuera por las manos de los hinchas, todos hubiesen perdido sus remeras. El viento, veloz y pillo, pudo arrebatarle a alguno su camiseta cuando al agitarla, su corazón posó toda su fuerza en su garganta y no en su mano.

El 10 del equipo local, tomó la pelota y la acomodó con el pico al cielo para que respirase tranquila.

Protector, le ordenó al juez que aleje a la barrera del balón mientras daba unos pasos hacia atrás.

Tomó aire un instante y sucedió el milagro. Un derechazo cargado de poesía le ordenó a la pelota penitencia en el ángulo derecho del arco.

Se dice que esa tarde quedará para la historia.

La Bombonera latió como pocas veces lo hizo de la mano de un pintor con el número 10 en la espalda.

Latió por el pié derecho del 10.

Latió por la magia incomparable, de Román.”


Después de haber escrito un poema sobre uno de sus máximos ídolos y poder relajarse al menos por un rato, Agustín se propuso calmar aún más sus nervios y tratar de dormir para poder disfrutar del día que tendría mañana.

Él no lo sabría, pero sus ansias de sentirse jugador de Boca no lo dejarían dormir en casi toda la noche. Vueltas y vueltas daría en la cama para poder dormir.

De pronto Agustín se despertó sobresaltado y miro su reloj. Eran la 6 de la mañana. Pensó en seguir durmiendo, pero como se levantaría dentro de una hora decidió levantarse e ir a la cocina a tomar unos mates mientras esperaba la hora de desayunar e irse.

El tiempo paso demasiado lento para su confundida cabeza, y de a poco todos se fueron levantando para reunirse en la mesa de la cocina para desayunar.

Agustín decidió llevar a sus hermanos al colegio para matar un poco el tiempo. Ya al regreso, la hora que faltaba pasó un poco más rápido y a eso de las nueve menos cinco una bocina y un timbre lo despertaron de lo que parecía un sueño. El momento más importante en su vida había llegado. Agustín se iría a la cancha de Boca a firmar el contrato para ser jugador del club y para pisar luego el verde césped y hacer unas entrevistas.

Como un jugador profesional, como lo que siempre había soñado, la vida de Agustín ya había empezado a cambiar para siempre.

8.03.2010

Capítulo 13

Al llegar a su casa después del colegio y mientras miraba la televisión esperando por el almuerzo el teléfono sonó.

 _ “¿Hola?”, contesto Agustín.

 _ “Hola, ¿podría hablar con Agustín por favor?” Una voz de mujer le respondió.

 _ “Si soy yo”, dijo él.

_ “Ah, hola Agustín. Mira yo me llamo Ana y te estoy llamando de Boca Juniors. Te quiero comunicar que mañana vas a tener que dar un par de entrevistas para distintos medios radiales y televisivos, incluyendo una para nosotros, donde te filmaremos en la cancha mientras te hacemos un par de preguntas, ¿ok?”.

Agustín se quedó callado al no poder comprender lo que estaba escuchando. Su corazón se lleno de nervios al imaginarse pisando la mismísima Bombonera. No podía creer lo que acababa de escuchar.

 _ “Hola Agustín, ¿estás ahí?”.

 _ “Si, si, acá estoy”, respondió tenso.

 _ “Bueno, te comento un poquito más sobre el día de mañana. A alrededor de las 9 de la mañana te pasamos a buscar para que vengas a la oficina a firmar los papeles donde nosotros te inscribimos como jugador profesional del club para que puedas concentrar y estar en el banco de suplentes. Después, nos vamos para la cancha donde te vamos a hacer la entrevista y alrededor de las doce del mediodía te van a hacer dos notas más. Una para la radio oficial de Boca y la segunda para el diario Olé, donde también te van a sacar unas fotos para su página web, ¿está bien? ¿Alguna duda?”.

 _ “No. Ninguna duda. Entonces mañana me pasan a buscar a las 9”. Respondió Agustín sin saber bien lo que decía. Pero al segundo se dio cuenta de lo que le habían dicho y continuó.

 _ “Pero pará, mira que yo nunca hice una entrevista y no voy a saber bien que decir”, le dijo Agus nervioso.

 _ “No importa Agustín. Lo importante es que vos respondas con tranquilidad y que digas lo que sentís después de haber ganado el concurso. Después de lo otro me ocupo yo, no te preocupes que te voy a acompañar en todas las entrevistas y vas a ver que te van a terminar gustando”. Le dijo Ana protectora y amablemente.

 _ “Está bien, mañana los espero”.

 _ “Hasta mañana Agustín, ¡y anda preparándote que la vas a pasar bien!

Al segundo después de cortar el teléfono Agustín corrió para contarle a su mamá lo que había pasado y a decirle que no comería ya que se iba para lo del Pelado a contarle.

Agus estaba incrédulo ya que vivía todo como un sueño.

El día de mañana sería increíble para él y nunca más se lo olvidaría.

8.02.2010

Capítulo 12

El despertador sonó como cada día de colegio a las 6 y media de la mañana. Agustín no había podido dormir casi nada, ya que en su cabeza sonaba ese canto que la hinchada le ofrece siempre a sus ídolos, pero esta vez con un: “Agus, Agus, olé olé olé olé, Agus, Agus…”. Con sueño pero sin cansancio Agustín se levanto incrédulo frente a la tarde que había vivido en la cancha. En ciertos momentos de la noche donde se despertaba de un sueño cortado pensó que todo era un sueño, pero al caer en la realidad todo mal pensamiento desaparecía para así volver a escuchar en su cabeza el canto de la hinchada.


Ya despierta toda la familia y en la mesa desayunando, los dos hermanos de Agustín le preguntaron de todo sobre la tarde anterior donde él se había consagrado ganador. Todos seguían sin poder creer que Agustín iba a ser parte del plantel de Boca.

Agustín tenía una sorpresa para la familia que no les había dicho el domingo a la noche. Agus había pensado decírselas el día previo al partido pero las caras de sus hermanos pudieron más. La noticia era que toda la familia estaba especialmente invitada para el partido, y para colmo lo verían en un palco. Ni los hermanos y la madre de Agustín se habían imaginado ver un partido de su querido Boca en un palco. Todo parecía increíble para todos, pero más para Agustín, ya que sentía que gracias a él toda su familia estaba contenta y sin las preocupaciones de siempre.

Ya eran las 7 y cuarto y los 3 hermanos partieron rumbo al colegio. Abrigados a más no poder por los dos grados que hacía caminaron las 5 cuadras de distancia hacia el colegio.

Agustín acompañó a sus hermanos a clase y cuando entró a su salón un inmenso cartel que decía “Vamos Agus” colgaba de la pared sobre el pizarrón. Ni bien pisó el aula todos sus compañeros y su profesora comenzaron a aplaudir. Agus no lo podía creer. Miró a cada uno agradeciéndole por el gesto mientras sonreía de emoción.

Todos le preguntaron sobre la tarde anterior y con la complicidad de su profesora Agustín contestó absolutamente todo lo que sus compañeros le preguntaron. Pero ya pasada media hora de charla la clase tenía que empezar y así la clase volvió a su normalidad.

Como era de esperar Agustín no pudo prestar nada de atención. Su carpeta era un collage de dibujos de la cancha de Boca repleta de gente, y en su cabeza sonaban una tras otra las canciones de Boca.

El timbre anunciaba que el día de clase por fin había terminado. Agustín espero en la puerta del colegio a sus hermanos y así los tres se fueron para su casa.

Agustín tenía pensado pasar por lo de su mejor amigo después de almorzar, pero sus planes no iban a ser precisamente esos. Un llamado lo iba a sorprender y con el, su vida empezaría a cambiar para siempre.